El pasado sábado asistí a la tertulia sobre la “La teta asustada”, película y tertulia que tuvimos el gusto de compartir con la directora Claudia Llosa. No seré yo quién repita los elogios, más que justificados, que ha recibido de todo aquél que haya tenido la oportunidad de ver semejante obra maestra. Me sumo a cualquier elogio.
Durante la tertulia hubo una intervención de una espectadora que me hizo recordar ciertas experiencias, y me hizo alejarme por un momento del hilo conductor de la tertulia. La intervención recordaba una escena de la película en la que una burguesa peruana menospreciaba de manera cruel a la protagonista, una muchacha de las clases populares peruanas, indígena; y la comparaba con su experiencia en Guatemala, país dónde escenas semejantes se producían continuamente. La comparación me pareció acertada, y me provocó la evasión hacia un pasado no muy lejano, en la que tuve la suerte o la desgracia de compartir momentos parecidos.
Recuerdo escenas en restaurantes, bibliotecas, calles, autobuses, mercados, bares... en las que ladinos menospreciaban y maltrataban indígenas de la manera más cruel y cobarde posible. No fueron pocas las veces que entablé discusión con varias de estas personas recriminándoles tal comportamiento, y recordándoles cuales eran los orígenes de su país y cuál era el origen de su posición injustamente ventajosa en relación a la población indígena.
Tras recordar esos lamentables momentos, que se escapan de cualquier lógica y que se escapan de cualquier planteamiento basado en la igualdad de todos los seres humanos, volví a “La teta asustada”. Qué grande eres Claudia... me hiciste sentir simple ante la complejidad de tu película. Me queda mucho camino por recorrer en el arte de saber leer e interpretar una película, películas como la tuya.
Se me fue la cabeza pensando en Guatemala. De nuevo.
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