Ellos eliminan, atrapan y sostienen partículas de polvo, cenizas, polen y humo que pueden causar daño a nuestros pulmones. Absorben el C02 que nos trae tantos problemas y a cambio nos obsequian con el oxígeno tan preciado que necesitamos respirar; el suficiente para mí, para ti y para dieciséis personas más.
Es difícil imaginar nuestras calles sin ellos. ¿Qué sería de mi ciudad sin su aportación, sin su amalgama de colores, sin sus flores, o sin sus hojas caídas que cubren nuestro triste gris? Se convertiría en un cementerio de ladrillos, acero y asfalto… perjudicial para nuestra salud física pero sobretodo mental. Dicen que los pacientes en hospitales suelen recuperarse más rápidamente cuando desde sus habitaciones tienen el privilegio de visualizar árboles. Sinceramente… no me extraña, y mucho menos me sorprende.
Y reducen el ruido, y el viento, y nos dan sombra; e incluso aseguran que incitan a la reflexión. Y es probable, que a pesar de todos los beneficios que comportan, aun no hayamos sido capaces de sentarnos a verlos, contemplarlos y examinarlos visualmente con la detención que merece su preciosa figura y sus peculiares atuendos.
Y qué vida tan dura la suya... beneficiar y cuidar precisamente de aquellos que pueden acabar con su vida. Una vida que parte del suelo y trata de alcanzar el cielo, como la secuoya que puede alcanzar los 130 metros tras un largo esfuerzo que puede durar miles de años. O el baobab que prefiere desarrollarse a lo ancho llegando a tener cuarenta metros de circunferencia. ¡Qué simples nosotros ante tanta complejidad!
Un árbol es bello, pero dos, tres y cuatro… y acaban formando un bosque boreal, tropical, subtropical, mediterráneo... Los hay primarios, secundarios o incluso “artificiales” (que manera más cruel de calificar un bosque). Pero todos acaban formando una atmósfera que no deja de ser mágica y que tal vez desaprovechamos sin más. Un paseo entre árboles es como un paseo en solitario en buena compañía, un caminar que nos ayuda a alejarnos del mundo gris, injusto e inhumano que hemos construido gracias a un malogrado progreso. Un paseo por el bosque no debe ser nunca un viaje al pasado. Debe ser una caja de recuerdos inolvidables que merece ser conservada.
Como dijo poéticamente Antonio Machado:
“Y en cordial semejanza
buen árbol, quizá pronto te recuerde,
cuando brote en mi vida una esperanza
que se parezca un poco a tu hoja verde…”
Toquemos madera… de baobab, pino, abeto, cedro, secuoya, ciprés, nogal…
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